La Iglesia celebramos el próximo domingo 6 de junio de 2010 la Festividad del Corpus Christi, Día de la Caridad.
Cáritas propone como lema para esta jornada: Si no te convence esta sociedad mercantil, ofrece sin pedir nada a cambio. Es una invitación a vivir el valor de la gratuidad como respuesta al amor gratuito de Dios.
Como nos recuerdan nuestros Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, “la caridad no es sólo tarea individual, sino tarea comunitaria, tarea de toda la comunidad y, en consecuencia, requiere una organización y una programación en la comunidad. De esta necesidad de un orden en la administración de la caridad surge una organización como Cáritas, que no es más que la misma Iglesia en el ejercicio de su amor y servicio a los pobres.”
Este año, dos son los mensajes que atraviesan la celebración de la Festividad del Corpus Christi:
• Una sociedad con valores es una sociedad con futuro. Cáritas continúa con esta Campaña que viene desarrollando a lo largo del presente curso y del anterior. A través de ella Cáritas ha presentado cuatro valores que propone como alternativa de vida a la sociedad y a la comunidad cristiana para hacer posible una sociedad con futuro, más humana e integradora. Los valores de la comunión, la participación, la diversidad y la gratuidad puestos en juego pueden contribuir a estimular actitudes personales y colectivas que fomenten la unión, la fraternidad, la acogida y la solidaridad. Para este Día de la Caridad se insiste en el valor de la gratuidad que nace de sentirnos amados gratuitamente por Dios.
• El sacerdote, hombre de Caridad. Celebrar el Día de la Caridad este año, por otra parte, es también agradecer y reconocer el servicio de los sacerdotes en el campo de la caridad. La actividad caritativa para el sacerdote adquiere su verdadera dimensión como ofrenda de la propia vida que se expresa de manera sacramental en la Eucaristía y de manera existencial en el servicio a los pobres.
Que esta celebración avive en toda la comunidad cristiana el servicio a los pobres como expresión visible de Dios que ama a todos sus hijos, especialmente a aquellos que por causas sociales sufren y se ven privados de su dignidad.