PRIMERA CONFERENCIA: Retos para el ejercicio de la caridad. D. Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid.

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SEGUNDA CONFERENCIA: Los laicos y el testimonio de la caridad. D. Eloy Bueno de la Fuente

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TERCERA CONFERENCIA: El Concilio Vaticano II y el trabajo social. D. Ricardo de Luis Carballada

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El Concilio Vaticano II, como en otros muchos aspectos de la vida de la Iglesia, supuso una renovación y activación del ejercicio de la caridad.

Tomemos como referencia el número 8 del Decreto “Apostolican Actuositatem” sobre el Apostolado Seglar. Después de recordar que el Señor «constituyó la caridad como distintivo de sus discípulos»  señala, como consecuencia de ello, que la Iglesia:

 «reivindica las obras de caridad como deber y derecho suyo, que no puede enajenar. Por lo cual la misericordia para con los necesitados y enfermos, y las llamadas obras de caridad y de ayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas son consideradas por la Iglesia con un singular honor.».

Desde la perspectiva de la humanidad como una familia «la acción caritativa puede y debe llegar hoy a todos los hombres y a todas las necesidades. Donde haya hombres que carecen de comida y bebida, de vestidos, de hogar, de medicinas, de trabajo, de instrucción, de los medios necesarios para llevar una vida verdaderamente humana, que se ven afligidos por las calamidades o por la falta de salud, que sufren en el destierro o en la cárcel, allí debe buscarlos y encontrarlos la caridad cristiana, consolarlos con cuidado diligente y ayudarlos con la prestación de auxilios».

Sin duda, una aportación muy importante del Concilio en esta dimensión, ha sido que la caridad no puede ser ejercida de cualquier manera:

«Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere como la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los defectos, y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos.»

El Concilio Vaticano II continúa planteándonos hoy retos al ejercicio de la caridad para que sea signo del amor de Dios, especialmente en estos momentos de crisis económica y social, y acción evangelizadora de la Iglesia.

Profundizar en estos retos ha sido el objetivo de la Escuela de Formación Social de este año. Para ello se ha contado con conferenciantes de nuestro entorno de Castilla y León de reconocido prestigio.

Comenzó la Escuela el martes 26 de febrero con D. Ricardo Blázquez, Arzobispo de Valladolid, quien teniendo en cuenta el Concilio Vaticano II y el reciente Sínodo de los Obispos de 2012, describó los retos que se plantean hoy al ejercicio de la caridad. En el trascurso de su conferencia "Del Concilio Vaticano II al Sínodo de Obispos de 2012: Retos para el ejercicio de la caridad cristiana", D. Ricardo insistió en que no puede haber evangelización sin ejercicio de la caridad, de una caridad que nace de la fe y, por ello, es expresión del Amor de Dios. Así mismo, el Arzobispo de Valladolid profundizó en la estrecha relación entre Eucaristía y Caridad, visible en la unidad de la celebración del Día de la Caridad y el Corpus Christi.

La siguiente sesión, el 4 de marzo, se centró en los laicos y el testimonio de la caridad, aspecto en el que se profundizó ayudados por el profesor D. Eloy Bueno, de la Facultad de Teología del Norte de Burgos con su conferencia titulada: "El amor, ley fundamental de la transformación del mundo: los laicos y el testimonio de la caridad". Insistió en el amor como motor del compromiso de cada cristiano y del conjunto de la Iglesia. Planteó que el reto al que nos enfrentamos los cristianos es ofrecer "como amigos", en medio de las complejidades del entramado del mundo, el "sabor del evangelio". Con un amor que se hace misericordia y que alimenta la imaginación, y con la mirada y el "sueño de Dios" sobre la realidad, los laicos muestran en medio del mundo diferentes rostros del amor creador. Concluyó la ponencia con una afirmación: la credibilidad del cristianismo y de la humanidad es el amor. Porque sólo el amor es digno de fe, sólo el amor transfigura al ser humano, sólo el amor transforma la realidad, sólo el amor justica la dignidad humana.

Por último, el 11 de marzo, D. Ricardo de Luis, Profesor de la Facultad de Teología San Esteban de Salamanca, desgranó las aportaciones del Concilio al trabajo en el campo social de la Iglesia, entendido este como un diálogo con el mundo para conseguir "una vida buena" para todos. La conferencia de D. Ricardo de Luis se tituló: "Para comenzar, mirad por la ventana. El Vaticano II y el trabajo social". El conferenciante, después de situar lo que supuso el Concilio Vaticano II como un intento de reubicación de la Iglesia en el mundo, incidió en aquellos aspectos de la Constitución Pastoral "Gaudium et Spes" más vinculados a la acción social y caritativa de la Iglesia. La tesis expuesta por de Luis fue el deseo de la Iglesia expresado en esta Constitución de estar presente y entrar en diálogo y colaboración con el mundo "para lograr la fraternidad universal". La actividad sociocaritativa busca, por ello, el bien común, empezando por aquellos más débiles en la sociedad.

El documento del Vaticano II al que más referencias se ha hecho en las diferentes conferencias ha sido la Gaudium et Spes.