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D. JOSÉ: EN AGRADECIMIENTO
Actualizado el 18/03/2014

D. Jesús García Gallo, Director y Delegado de Cáritas Diocesana de Valladolid, agradece el papel de D. José Delicado Baeza en la promoción de Cáritas en la diócesis, así como su labor en un momento social tan complejo como fue el de la Transición y en la potenciación de la comunión entre las diócesis de la Iglesia en Castilla, lo que se denominó el "espíritu de Villagarcía" por los diferentes encuentros en esta localidad vallisoletana de agentes y dinamismos de Pastoral.

Después de las primeras sensaciones fuertes al escuchar la noticia de la muerte de Don José, llega el momento de hacer una valoración más sosegada de lo que  él ha supuesto para nosotros, y en concreto para mí; es por ello que estas palabras no dejan de tener un sesgo personal.

Ha sido una persona cercana y accesible, que no es poco para una persona de su rango. Ha sido una persona con autoridad, pero la autoridad moral que da la hondura espiritual y sin duda, la cercanía al Señor. Esto es algo que se dejaba traslucir en las conversaciones con él. Una vida atravesada por el Espíritu, con capacidad de servicio, sin ambiciones, huyendo de las tentaciones, incluidas las eclesiales y eclesiásticas.

Es de destacar su preocupación por generar un espacio en el que los pobres y sencillos tuvieran cabida y presencia. El gran movimiento de comunión eclesial que supo generar en las Iglesias locales de esta tierra en la década de los ochenta dio nacimiento al llamado “espíritu de Villagarcía” que entre otras concreciones y frutos, generó el concepto de Iglesia Samaritana, como expresión de entrega y dedicación del hacer eclesial hacia los más pobres y sencillos de entre nosotros. Expresión y espíritu exportado más allá de nuestras fronteras y asumido en el acervo del pensamiento común de la Iglesia Universal.

Persona sencilla y afable, buen conversador, culto y avezado en las profundidades del espíritu humano, supo estar a la altura de la circunstancia histórica que le tocó vivir, especialmente en los momentos de la transición política y la posterior reorganización de nuestro país, con un talante aperturista motivado por el conocimiento de las nuevas perspectivas aportadas por el Concilio, a fin de ubicar a la Iglesia en España en el nuevo marco de las relaciones sociales y políticas. Década de los setenta, tiempos de discernimiento, pero tiempos de abrir y roturar, tiempos de sembrar, tiempos de esperanza. Sin duda supo en esa circunstancia estar a la altura, servir a la Iglesia y a la sociedad civil española en este momento histórico.

Desde Cáritas le recordamos con especial cariño. El estuvo presente y animando el desarrollo de la entidad a finales de los años ochenta y década de los noventa. Las nuevas realidades sociales y los nuevos problemas establecieron retos a los que hubo que dar respuesta. Nuevos servicios y nuevos programas vieron a la luz en esos momentos. La puesta en marcha de la residencia en Santovenia de Pisuerga y la constitución de la Fundación el Mandamiento Nuevo, marcan un hito en la historia de Caritas de Valladolid; un hito que va unido a él, siendo la Residencia de San José una evocación implícita a su persona.

Para acabar permitirme una confesión personal. Las veces que he ido a verle a la Residencia de las Hermanitas, siempre en la conversación salían a relucir dos temas: una especial preocupación por el sufrimiento social, por las familias afectadas por la crisis, por el dolor de tantas personas; y una segunda preocupación: cómo se responde a este sufrimiento desde la comunidad cristiana, cómo se colabora, cómo se arrima el hombro desde las comunidades parroquiales. Cuando en posteriores visitas me preguntaba: “Jesús, ¿cómo van las cosas?”, yo ya sabía que se refería a dos temas: el sufrimiento de las personas y la respuesta de la comunidad cristiana a ese dolor.

Hoy le despedimos desde la fe y la esperanza cristiana de la que todos nosotros participamos. Le despedimos como Padre y Pastor. Como padre espiritual que los fue durante toda la vida, sin duda oficio bien aprendido en el Seminario de Albacete, Obispo que fue de todos nosotros, Maestro en la palabra predicada y escrita, con don de consejo, prudencia y sabiduría para conducir al Pueblo de Dios a él encomendado “hacia las fuentes de la vida”. Buen pastor y padre prudente, durante veintisiete años como Obispo de Valladolid y diez más como obispo emérito, acompañando y alentando desde la paz y el silencio de su retiro en las hermanitas. Gracias por todo, ¡cuánto bien! Hoy rezamos por él, aunque más bien, recordándole con gratitud, afecto y cariño, le decimos a él, que en la Casa del Padre, rece por nosotros. Descanse en paz.

Fdo. Jesús García Gallo. Director de Cáritas.

 


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