Ecos del Sínodo

EL SINODO AMAZÓNICO: DESAFÍOS Y ESPERANZAS PARA UNA EVANGELIZACIÓN INCULTURADA

Este Sínodo amazónico convocado por el Papa Francisco, debe responder a grandes desafíos que hoy día exige la evangelización de los pueblos que viven en esta región, uno de ellos es la Inculturación del evangelio.

La Amazonia está en el planeta tierra, no solo para que la contemplemos como una pieza de museo, sino para que este museo viviente de la belleza creadora de Dios nos enseñe a vivir.

Si bien es verdad que como nos recordará el Papa, hoy nuestro mundo necesita dejarse sorprender por la belleza del actuar de Dios. El saber contemplar es una necesidad. Cuando nosotros no nos dejamos robar la capacidad de asombrarnos, entonces defenderemos esa riqueza natural como algo propio que no queremos se pierda, lo cuidaremos y protegeremos como la Casa común donde vivimos y existimos.

Foto de Archivo: Jornadas sobre la Amazonía (4 y 5 de noviembre 2019)

Este Sínodo es el tiempo de gracia y el Kairós que Dios nos da para no perder el tren de la vida que despierta la solidaridad  y promueve la fraternidad, la comunión, la unidad; es el tiempo de conectarnos en esa red que sintoniza con el universo entero, que gira y camina en un diálogo de pueblos diferentes, pero unidos en el trabajo mancomunado en defensa de la justicia y sus derechos, del respeto de las culturas y de sus tierras, con la fuerza del Espíritu que avanza y camina resistiendo al mal y defendiendo el bien sin banderas ni ideologías que enfrenten o dividan, una red de la pluriculturalidad  e interculturalidad.

Aprendiendo una sabiduría escondida en la selva amazónica desde siglos, semillas del verbo que debemos rescatar y que se revelan a los de un corazón humilde y sencillo, en una misión que trae la paz del mensajero que va por los montes llevando la buena noticia. Una sabiduría que solo se aprende en el tiempo compartido, con la presencia amorosa  del servir al que más lo necesita, compartiendo desde el corazón, y recorriendo juntos el camino, construyendo una iglesia sinodal.

Este Sínodo especial, diría el Papa Francisco nos debe centrar en una Iglesia con rostro amazónico e indígena. El Sínodo nos lleva a soñar juntos, a caminar juntos, a construir juntos y  a escucharnos. Con la primera actitud eclesial, de ponerse en camino, la Iglesia deber ser una Iglesia en salida, salir al encuentro del otro, crear espacios de relación.

Debemos también como Iglesia, descubrir, esa riqueza en nuestra Amazonia mas allá del contemplar la naturaleza de su flora y su fauna, es la riqueza espiritual de las culturas de  los pueblos que viven en la Amazonia.

Optar por la Amazonia, es optar por la vida y optar por la vida en las minorías, optar por los más alejados y excluidos, es optar por los pobres de los que nos habla el evangelio, por los que optó Jesús al anunciar el inicio de su vida pública en la sinagoga de su pueblo (Lc 4, 18), es romper con las ambiciones personales buscando los éxitos, con las mayorías que aplauden cayendo en la vanidades del mundo.

Optar por las minorías es reconocer que ellas tienen los mismos derechos que las mayorías: el derecho a una vida digna y de conocer, celebrar y vivir la vida en plenitud que Jesús trajo para todos y nosotros, escuchando el mandato misionero debemos anunciar y vivir. («Id por todo el mundo y llevad la Buena noticia a todos los pueblos» Mc. 6, 15)

Inculturación e Interculturalidad

Después de superar el desafío de salir a la Amazonia, de ponernos en camino y ser una Iglesia en salida, nos encontramos con el desafío que supone todo encuentro, respetar, escuchar, compartir y aprender, inculturizarnos.

La Inculturación para aprender y la interculturalidad para compartir, será un esfuerzo reciproco, que nos lleva a inculturar el evangelio iluminando las culturas e incorporando las expresiones espirituales de sus culturas mediante una liturgia inculturada.

La liturgia es la expresión de la religiosidad de los pueblos, en ella alcanza su espacio de máxima revelación del misterio a través de los signos. La Inculturación va mas allá de la expresión litúrgica, por parte del que evangeliza en otras culturas, debe tener en cuenta ciertos pensamientos que orientan para hacerlo de modo eficaz .

El primer punto a tener en cuenta, es saber que la Inculturación es un proceso, y en todo proceso el camino a recorrer es lento y largo, por lo que es necesario llenarse de mucha paciencia para conocer y  captar la realidad cultural de un pueblo.

También es importante para una verdadera inculturación, amar la cultura del pueblo al que se quiere evangelizar, sintonizar y empatizar con la gente que allí habita, que ellos sientan ese amor a ellos  principalmente con nuestra presencia, acompañando la vida de cada día en lo que ellos realizan, en las cosas más sencillas. Evangelizar más desde el corazón que desde la cabeza.

Foto de Archivo: Jornadas sobre la Amazonía (4 y 5 de noviembre 2019)

Supone el aprendizaje de su lengua nativa para un correcto entendimiento, el trabajo de estudiar su cultura y cosmovisión, para ir descubriendo en ella las semillas del verbo, y la correcta interpretación. El evangelio ira poco a poco iluminando los valores, purificando y  viendo lo compatible con la fe cristiana y su espiritualidad.

Entonces siguiendo estos pasos podremos responder a este gran desafío de la Inculturación. “Ellos tienen una sabiduría que les pone en contacto con lo trascendente y les hace descubrir lo esencial de la vida… Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el evangelio  enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo…Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas… puedan plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena” (decía el Papa en Puerto Maldonado)

Una sabiduría  que solo se aprende en el tiempo compartido, con la presencia amorosa  del servir al que mas lo necesita, compartiendo desde el corazón, recorriendo juntos el camino.

Foto de Archivo: Jornadas sobre la Amazonía (4 y 5 de noviembre 2019)

El Sínodo nos lleva a soñar juntos, a caminar juntos y construir juntos, a escucharnos con respeto, con espíritu misionero buscando  y viviendo el Reino de Dios con los valores permanentes.

Una Iglesia con rostro amazónico

El rostro es expresión de lo que el corazón siente y ama. El rostro de una Iglesia es manifestación de lo que cree y de lo que conoce. A través del rostro de los pueblos de sus costumbres y sus actitudes, conocemos lo que los pueblos piensan, lo que los pueblos sienten, el rostro es manifestación que se exterioriza en la celebración espiritual y comunitaria de un pueblo.

  • Una Iglesia con rostro amazónico exige saber descubrir la riqueza de la vida autóctona, de sus raíces y cosmovisión, descubrir su pensamiento ante la vida de la naturaleza en la tierra con su fauna y su flora, en el agua, el aire y el fuego.
  • Una Iglesia con rostro amazónico exige un trabajo grande de inculturación y diálogo, de relación entre pueblos y culturas, descubrir el significado de los signos con su interpretación profunda y espiritual de la creación, a través de la cual Dios se manifiesta y se comunica  con las creaturas.
  • Una Iglesia con rostro amazónico indígena, exige trabajar en el respeto y valoración de los hombres y mujeres indígenas, capaces de asumir un compromiso de entregar su vida a Dios sirviendo a sus hermanos, de consagrar su vida a Dios y vivir los valores del Reino. 
  • Una Iglesia con rostro amazónico indígena exige abrazar una Iglesia universal y sin fronteras; la que Cristo quiso para sus discípulos con espíritu misionero ad gentes, que arde con pasión en el corazón, para amar a todos los pueblos diferentes y con diversas lenguas y manifestaciones  con una visión trascendente, iguales en su origen que convergen en un Dios creador y justo, poderoso y dador de todo bien, distintos en su manifestación. Jesucristo: la palabra enviada para salvar al mundo, palabra que debe ser escuchada, conocida y vivida.

Rafael Cob